miércoles, 2 de mayo de 2012

Las tesis filosóficas como sistemas de argumentacion.

Descartes
El padre de la filosofía moderna
Al menos desde que Hegel escribió sus Lecciones de historia de la filosofía, en general se considera a Descartes como el padre de la filosofía moderna, independientemente de sus aportes a las matemáticas y la física. Este juicio se justifica, principalmente, por su decisión de rechazar las verdades recibidas, p. ej., de la escolástica, combatiendo activamente los prejuicios. Y también, por haber centrado su estudio en el propio problema del conocimiento, como un rodeo necesario para llegar a ver claro en otros temas de mayor importancia intrínseca: la moral, la medicina y la mecánica. En esta prioridad que concede a los problemas epistemológicos, lo seguirán todos sus principales sucesores. Por otro lado, los principales filósofos que lo sucedieron estudiaron con profundo interés sus teorías, sea para desarrollar sus resultados o para objetarlo. Este es el caso de Pascal, Spinoza, Leibniz, Malebranche, Locke, Hume y Kant, cuando menos. Sin embargo, esta manera de juzgarlo no debe impedirnos valorar el conocimiento y los estrechos vínculos que este autor mantiene con los filósofos clásicos, principalmente con Platón y Aristóteles, pero también Sexto Empírico y Cicerón Descartes aspira a «establecer algo firme y durable en las ciencias». Con ese objeto, según la parte tercera del Discurso, por un lado él cree que en general conviene proponerse metas realistas y actuar resueltamente, pero prevé que en lo cotidiano, así sea provisionalmente, tendrá que adaptarse a su entorno, sin lo cual su vida se llenará de conflictos que lo privarán de las condiciones mínimas para investigar. Por otra parte, compara su situación a la de un caminante extraviado, y así concluye que en la investigación, libremente elegida, le conviene seguir un rumbo determinado. Esto implica atenerse a una regla relativamente fija, un método, sin abandonarla «por razones débiles»..
Sartre
Sartre considera que el ser humano está "condenado a ser libre", es decir, arrojado a la acción y responsable plenamente de la misma, y sin excusas.
A su vez, Sartre concibe la existencia humana como existencia consciente. El ser del hombre se distingue del ser de la cosa porque es consciente. La existencia humana es un fenómeno subjetivo, en el sentido de que es conciencia del mundo y conciencia de sí. Se observa aquí la influencia que ejerce sobre Sartre el racionalismo cartesiano. En este punto se diferencia de Heidegger, quien deja fuera de juego a la conciencia.
Sartre se forma en la fenomenología de Husserl y en la filosofía de Heidegger, discípulo éste de aquél. En plena guerra mundial, cuando forma parte del Ejército Francés como meteorólogo, Sartre es hecho prisionero, y en el largo periodo de ser cautivo del nazismo reformula muchas de sus ideas y elabora otras. Escribe constantemente e incluso representa obras de teatro en pleno campo de prisioneros. Si en Heidegger el Dasein es un «ser-ahí», arrojado al mundo, «e-yecto», para Sartre, el humano, en cuanto «ser-para-sí», es un «pro-yecto», un ser que debe «hacer-se».
El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.
El existencialismo es humanismo
Sartre escribe que en el ser humano «la existencia precede a la esencia», contrariamente a lo que se había creído en la filosofía precedente. ¿Qué quiere decir esto? Sartre da un famoso ejemplo: si un artesano quiere realizar una obra, primero «la» piensa, la construye en su cabeza: esa prefiguración será la esencia de lo que se construirá, que luego tendrá existencia. Pero nosotros, los seres humanos, no fuimos diseñados por alguien, y no tenemos dentro nuestro algo que nos haga «malos por naturaleza», o «tendientes al bien» —como diversas corrientes filosóficas y políticas han creído, y siguen sosteniendo—. «Nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos», que son ineludibles: no actuar es un acto en sí mismo, puesto que nuestra libertad no es algo que pueda ser dejado de lado: ser es ser libres en situación, ser es ser-para, ser como proyecto.


Hume
Ideas e impresiones
Hume cree que todo el conocimiento humano proviene de los sentidos. Nuestras percepciones, como él las llamaba, pueden dividirse en dos categorías: ideas e impresiones. Así define estos términos en Investigación sobre el entendimiento humano: «Con el término impresión me refiero a nuestras más vívidas impresiones, cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son impresiones menos vívidas de las que somos conscientes cuando reflexionamos sobre alguna de las sensaciones anteriormente mencionadas». Más adelante precisa el concepto de las ideas, al decir «Una proposición que no parece admitir muchas disputas es que todas nuestras ideas no son nada excepto copias de nuestras impresiones, o, en otras palabras, que nos resulta imposible pensar en nada que no hayamos sentido con anterioridad, mediante nuestros sentidos externos o internos». Esto constituye un aspecto importante del escepticismo de Hume, en cuanto equivale a decir que no podemos tener la certeza de que una cosa, como Dios, el alma o el yo, exista a menos que podamos señalar la impresión de la cual, esa idea, se deriva



Dinastia de los borbones y disnastia de los austrias

La casa de Borbon
La política dinástica sostenida por Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, otorgó tronos en Italia a los hijos del matrimonio, dando origen a la rama Borbón-Sicilia. Los reinados de Fernando VI y Carlos III significaron la plenitud del reformismo.
El desarrollo de la América española, cuyas posibilidades económicas aún estaban por explotar en su mayor parte, fue una de las tareas que recibieron más atención.
El agotamiento de los hombres y los programas ilustrados reformistas y la implicación de España en los sucesos internacionales ocasionaron una profunda crisis del Estado y de la dinastía, que llegó a su punto álgido en el enfrentamiento entre el rey Carlos IV y su hijo, el príncipe de Asturias y futuro Fernando VII.
La conjura de El Escorial (1807) y el motín de Aranjuez (1808), promovidos por el círculo de don Fernando contra el favorito de los reyes, Manuel Godoy, provocaron el derrocamiento de Carlos IV y la proclamación de Fernando VII. Estas alarmantes muestras de la descomposición de la dinastía sucedían en una España ocupada por las tropas de Napoleón I Bonaparte, en cuyos planes figuraba ya el destronamiento de los Borbones y la inserción de España en la órbita imperial.
El desprestigio de la familia real alcanzó su cima en las abdicaciones de Bayona, por las que Carlos IV y Fernando VII entregaron a Bonaparte sus derechos a la Corona de España, quien a su vez los transfirió a su hermano José (1808).
A excepción de José I (1808-1813), de la Casa de Bonaparte, y de Amadeo I (1870–1873), de la Casa de Saos Borbones españoles del siglo XVIII —Felipe V (1700–1724 y 1724–1746), Luis I (1724), Fernando VI (1746–1759), Carlos III (1759–1788) y Carlos IV (1788–1808)— llevaron a cabo una política de profundas reformas en todos los campos con la intención de colocar a España en un lugar destacado entre las potencias europeas. Felipe V fue ayudado primero por consejeros franceses, relevados pronto por españoles pertenecientes a la primera generación de ilustrados.
La política dinástica sostenida por Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, otorgó tronos en Italia a los hijos del matrimonio, dando origen a la rama Borbón-Sicilia. Los reinados de Fernando VI y Carlos III significaron la plenitud del reformismo.
El desarrollo de la América española, cuyas posibilidades económicas aún estaban por explotar en su mayor parte, fue una de las tareas que recibieron más atención.
El agotamiento de los hombres y los programas ilustrados reformistas y la implicación de España en los sucesos internacionales ocasionaron una profunda crisis del Estado y de la dinastía, que llegó a su punto álgido en el enfrentamiento entre el rey Carlos IV y su hijo, el príncipe de Asturias y futuro Fernando VII.
La conjura de El Escorial (1807) y el motín de Aranjuez (1808), promovidos por el círculo de don Fernando contra el favorito de los reyes, Manuel Godoy, provocaron el derrocamiento de Carlos IV y la proclamación de Fernando VII. Estas alarmantes muestras de la descomposición de la dinastía sucedían en una España ocupada por las tropas de Napoleón I Bonaparte, en cuyos planes figuraba ya el destronamiento de los Borbones y la inserción de España en la órbita imperial.
El desprestigio de la familia real alcanzó su cima en las abdicaciones de Bayona, por las que Carlos IV y Fernando VII entregaron a Bonaparte sus derechos a la Corona de España, quien a su vez los transfirió a su hermano José (1808).
A excepción de José I (1808-1813), de la Casa de Bonaparte, y de Amadeo I (1870–1873), de la Casa de Saboya, todos los reyes y reinas de España de los siglos XIX y XX han pertenecido a la dinastía borbónica: Fernando VII (1808–1833), Isabel II (1833–1868), Alfonso XII (1875–1885), Alfonso XIII (1886–1931) y el nieto de éste, Juan Carlos I, el actual soberano español, que en 1975 comenzó su reinado y fue uno de los artífices de la transición española a la democracia, posterior al régimen dictatorial del general Francisco Franco. Asimismo, hay que mencionar a los reclamantes al Trono de la Dinastía Carlista, descendientes del hermano de Fernando VII, D. Carlos María Isidro. En 1830, y próxima la muerte de Fernando VII, el heredero legítimo era D. Carlos María Isidro, pero una serie de maniobras de Fernando VII, tras las cuales se hallaban los liberales, cambiaron la ley sucesoria para que pudiera reinar su hija de cuatro años Isabel II, desposeyendo a su hermano. Los carlistas, opuestos ideológicamente a los liberales en cuanto al papel de la Religión y el Trono, principalmente, nunca aceptaron la legalidad de estas maniobras, dando lugar a tres guerras civiles a lo largo del siglo XIX. Los reyes de la dinastía carlista, que llegaron a ejercer el poder efectivamente en algunas zonas de España durante las guerras fueron: Carlos V (1833–1845), Carlos VI (1845-1861), Juan III (1861-1868), Carlos VII (1868-1909), Jaime III (1909-1931), Alfonso Carlos I (1931-1936), Javier I (1952-1975). Actualmente, los carlistas miran a D. Carlos Hugo de Borbón-Parma y D. Sixto Enrique de Borbón-Parma como posibles herederos, ambos hijos de D. Javier, entre otras de los posibles descendientes del rey D. Felipe V (incluido, es este caso, está D. Juan Carlos I, no como sucesor de Isabel II, que también lo es, si no como heredero de Francisco de Paula de Borbón, hermano menor de Fernando VII y de Carlos María Isidro, a través de Francisco de Asís, que a su vez es esposo y primo de la reina Isabel II).
todos los reyes y reinas de España de los siglos XIX y XX han pertenecido a la dinastía borbónica: Fernando VII (1808–1833), Isabel II (1833–1868), Alfonso XII (1875–1885), Alfonso XIII (1886–1931) y el nieto de éste, Juan Carlos I, el actual soberano español, que en 1975 comenzó su reinado y fue uno de los artífices de la transición española a la democracia, posterior al régimen dictatorial del general Francisco Franco. Asimismo, hay que mencionar a los reclamantes al Trono de la Dinastía Carlista, descendientes del hermano de Fernando VII, D. Carlos María Isidro. En 1830, y próxima la muerte de Fernando VII, el heredero legítimo era D. Carlos María Isidro, pero una serie de maniobras de Fernando VII, tras las cuales se hallaban los liberales, cambiaron la ley sucesoria para que pudiera reinar su hija de cuatro años Isabel II, desposeyendo a su hermano. Los carlistas, opuestos ideológicamente a los liberales en cuanto al papel de la Religión y el Trono, principalmente, nunca aceptaron la legalidad de estas maniobras, dando lugar a tres guerras civiles a lo largo del siglo XIX. Los reyes de la dinastía carlista, que llegaron a ejercer el poder efectivamente en algunas zonas de España durante las guerras fueron: Carlos V (1833–1845), Carlos VI (1845-1861), Juan III (1861-1868), Carlos VII (1868-1909), Jaime III (1909-1931), Alfonso Carlos I (1931-1936), Javier I (1952-1975). Actualmente, los carlistas miran a D. Carlos Hugo de Borbón-Parma y D. Sixto Enrique de Borbón-Parma como posibles herederos, ambos hijos de D. Javier, entre otras de los posibles descendientes del rey D. Felipe V (incluido, es este caso, está D. Juan Carlos I, no como sucesor de Isabel II, que también lo es, si no como heredero de Francisco de Paula de Borbón, hermano menor de Fernando VII y de Carlos María Isidro, a través de Francisco de Asís, que a su vez es esposo y primo de la reina Isabel II).






La casa de Austria
La Casa de Austria es el nombre con el que se conoce a la dinastía Habsburgo reinante en la Monarquía Hispánica en los siglos XVI y XVII; desde la Concordia de Villafáfila (27 de junio de 1506) en que Felipe I el Hermoso es reconocido como rey consorte de la Corona de Castilla, quedando para su suegro Fernando el Católico la Corona de Aragón; hasta la muerte sin sucesión directa de Carlos II el Hechizado (1 de noviembre de 1700), que provocó la Guerra de Sucesión Española.
El Emperador Carlos V (Carlos I de España) acumuló un enorme complejo territorial y oceánico sin parangón en la historia, que se extendía desde Filipinas al este hasta México al oeste, y desde los Países Bajos al norte hasta el Estrecho de Magallanes al sur. Además de la expansión ultramarina, y algunas conquistas (como Milán), fue resultado de la adición dinástica de cuatro casas europeas: las de Borgoña (1506), Austria (1519), Aragón (1516) y Castilla (1555), y conformó la base de lo que se conoció como Imperio español, sobre todo a partir de la división de su herencia (1554-1556) entre su hermano Fernando I de Habsburgo y su hijo Felipe II. Desde entonces puede hablarse de dos ramas de la casa de Austria, los Habsburgo de Madrid (que son los de los que trata este artículo) y los Habsburgo de Viena (que continuaron reinando en Austria hasta 1918).
La Monarquía Hispánica (también conocida como Monarquía Católica) fue durante toda esa época la mayor potencia de Europa. Durante los llamados Austrias mayores (Carlos I y Felipe II) alcanzó el apogeo de su influencia y poder, sobre todo con la incorporación de Portugal y su extenso imperio; mientras que los reinados de los llamados Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), coincidentes con lo mejor del Siglo de Oro de las artes y las letras, significaron lo que se conoce como "decadencia española": la pérdida de la hegemonía europea y una profunda crisis económica y social.
La supremacía marítima española en el siglo XVI fue demostrada con la victoria sobre los otomanos en Lepanto (1571, más importante simbólicamente que por sus consecuencias) y, después del contratiempo de la Armada Invencible (1588, de consecuencias también sobrevaloradas) en una serie de victorias contra Inglaterra en la Guerra anglo-española de 1585-1604. Sin embargo a mediados del siglo XVII el poder marítimo de la Casa de Austria sufrió un largo declive con derrotas sucesivas frente a las Provincias Unidas y después Inglaterra; durante los años 1660 estaba luchando desesperadamente para defender sus posesiones exteriores de piratas y corsarios. En el continente europeo los Habsburgo de Madrid se involucraron en defensa de sus parientes de Viena en la vasta Guerra de los Treinta Años, que aunque comenzó con buenas perspectivas para las armas españolas, terminó catastróficamente tras la crisis de 1640, con la sublevación simultánea de Portugal (que se separó definitivamente), Cataluña y Nápoles. En la segunda mitad del siglo XVII los españoles fueron sustituidos en la hegemonía europea por la Francia de Luis XIV.







martes, 1 de mayo de 2012

Los tecnicismos y neologismos

Los tecnicismos son términos utilizados dentro del lenguaje propio de una profesión, oficio, ciencia o arte, estos términos hacen referencia a una cosa o actividad que de desarrolla dentro de un ámbito, es debido a esto que los tecnicismos no necesariamente son palabras utilizadas por todos.


Los tecnicismos deben su nacimiento y uso a las personas que se dedican a una actividad profesional especifica donde se presentan herramientas, recursos, actividades, estrategias, modelos, etc. que reciben un nombre que es utilizado por todas aquellas personas que se dedica a esa misma profesión.


A continuación algunos ejemplos de los tecnicismos más comunes:


Tecnología
  • Microchip
  • Web
  • Software
  • Memoria RAM
  • Gigabytes
  • Megabytes
  • HTML
Medicina
  • Hepatitis
  • Hemorragia
  • Síncope
  • Ginecológico
  • Virus
  • Marcapasos
  • Prótesis
Derecho
  • Citatorio
  • Juzgado
  • Fraude
  • Demanda
  • Acta
  • Testigo
  • Defensor
Un neologismo es una palabra nueva que aparece en una lengua, ya sea procedente de otra lengua o de nueva creación. Los neologismos se crean para nombrar actividades, objetos etc., que no existían anteriormente (ejemplo: internet).
Las palabras nuevas en una época luego se generalizan y dejan de ser neologismos (ejemplo: visión, telefonear) que fueron en su día neologismo, hoy son ya palabras de uso común.
Unas veces los neologismos se forman teniendo como base palabras que ya existen (ejemplo: hidromasaje), y otras adoptando neologismos de otras lenguas (ejemplo: airbag).
Ejemplos de neologismos en informatica:
Internet (red de comunicación global)
Chatear (de Chat)
Computadora (Computer)
Ordenador
Servidor (Server)
Clickear (de Click)
Ratón (mouse)
Soportado (supports)
Navegador
Hardware
Disco Duro
Piratería
Archivos

Definiciones de palabras peculiares


Acidificación: Técnica de bombear una forma de ácido hidroclorídrico dentro del pozoforma, incrementando el flujo de aceite y su recuperación, para agrandar el espacio de los poros en las rocas que contienen aceite.

Analgesia: Falta o supresión del dolor.

Androfobia: Miedo a los varones.

Dispepsia: Enfermedad crónica caracterizada por la digestión laboriosa e imperfecta.

Hipoxia: Déficit de oxígeno en los tejidos o en la sangre.

Neuritis: Inflamación de un nervio y de sus ramificaciones, generalmente acompañado de dolor y atrofia Muscular y otros fenómenos patológicos.

Oxiuro: Lombriz en los niños.

Sindáctilo: Presencia de dedos fusionados en distinto grado.

Cacogénesis: Monstruoso.

Faringorinoscopía: Exploración visual en la faringe

Abstract: Artículo científico. // Texto jurídico.